jueves, marzo 28, 2024
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PEDRO VIGNEAU, PRODUCTOR ARGENTINO: “Mientras dejamos pasar las oportunidades, a la gente se le va la vida viviendo mal”

Pedro Vigneau, fue presidente honorario de AAPRESID, y presidió también la Sociedad Rural de Bolívar. Además, ocupó la Subsecretaría de Mercados Agroindustriales dentro de la Secretaría de Comercio Exterior. En diálogo con Tranquera afirmó: "A mis pares les pediría bajar decibeles, mostrando los dientes no vamos a llegar lejos".

En tiempos como los actuales, cuando creemos que las altisonancias no son necesarias y, por el contrario, las entendemos como inconducentes, es preciso encontrar voces que, aportando conceptos, sean capaces de hacerlo desde el llamado a la pacificación de los espíritus.

Esto es así en todos los escenarios de la realidad nacional y especialmente lo es desde el colectivo al que simplificamos con la palabra “campo”, elegido por algunos gobiernos como el “enemigo ideal”, otros como aliado estratégico; pero siempre y unánimemente como la caja recaudatoria sin la cual la economía nacional haría agua irremediablemente.

La pandemia del coronavirus, ahora, nos convoca más que nunca a comprender el valor del prójimo y a darnos cuenta de que, sin el prójimo, sin el otro, nada es posible. Y el esfuerzo mayor, entonces, debe estar puesto en la comprensión, resultante primera del diálogo.Pedro Vigneau es un todavía joven productor agropecuario que lleva el campo en sus venas. Desde su histórica “La Matilde”, explotación emplazada en el partido de Bolívar, realimenta diariamente su sangre campesina haciendo lo que el hombre de campo con espíritu patriótico sabe y quiere hacer: trabajar con pasión al servicio de su país. Pedro le suma tecnología, ciencia aplicada, conocimientos; al fin lo que también es norte de los productores nacionales que han demostrado ser, como parte de los generadores de riquezas, los más permeables a los cambios, abrazadores recurrentes de lo nuevo.

Lo que sigue, es el extracto de un jugoso diálogo mantenido con Vigneau, quien fue presidente honorario de AAPRESID, presidió también la Sociedad Rural de Bolívar y durante la gestión Macri ocupó la Subsecretaría de Mercados Agroindustriales dentro de la Secretaría de Comercio Exterior.


“Sin dudas las solución es el diálogo. Lo que ocurre es que, para dialogar tiene que haber dos partes dispuestas a hacerlo. Muchas veces encontramos, de uno y de otro lado, gente que no está dispuesta a ello”, dice nuestro entrevistado en relación a la tirantez que hoy existe con el gobierno nacional.  “Esta situación sin dudas no le sirve a nadie, mucho menos a la Argentina y al desarrollo. La pregunta es cómo hacemos para que los escépticos de ambos lados vean la oportunidad que nos estamos perdiendo. Hay ejemplos concretos. Por ejemplo lo que pasó con el trigo, cuando prácticamente se cerró el mercado de exportación. Hay que aprender de esos errores e incentivar la producción para lograr desarrollo federal, integración y básicamente trabajo. Esta pandemia que estamos viviendo también es una oportunidad para sentarse a conversar y aportar soluciones. Vienen momentos difíciles y tendremos que dejar muchos temas de lado. Quizás eso nos permita hablar con sinceridad. El agro tiene mucho para aportar. Ojalá tengamos desde los dos lados la lucidez para encontrar las formas con las cuales se negocia y encontrar el bien común”.


¿Las ideologías están enturbiando el diálogo posible?

“Sin dudas que sí. Y de ese modo se pierde de vista la posibilidad de soluciones y el aporte que puede hacer la agroindustria al desarrollo de la Argentina. Si nos encerramos en las ideologías en lugar de escuchar estamos preparando la argumentación para contrarrestar la del otro. Hay que salir de las ideologías e ir a ideas lógicas. Si lo hacemos, aprendiendo de las experiencias vividas, seguramente vamos a estar más cerca de las soluciones”.


Se habla a veces del “problema argentino”, queriendo significar que nuestro país tiene cuestiones muy graves por resolver que complican las soluciones. ¿Es así y, en tal caso, es tan grave el “problema argentino”?


“Hay trabas, claro que las hay. Una de las principales son nuestros egos. Escasea la búsqueda del bien común. Lo vemos en muchos políticos, que están más detrás de un proyecto personal. Es allí donde se polarizan las posiciones, porque se deja de lado el bien común. Las soluciones las deberíamos haber encontrado hace mucho tiempo. El problema argentino somos los argentinos, porque hay pocos países tan bendecidos como el nuestro por recursos. Pero pasan las décadas, no encontramos las soluciones y cada vez hay más compatriotas que la pasan mal por no sentarnos a acordar. El problema es serio, porque mientras tanto hay gente a la que se le va la vida pasándola mal. Paradójicamente el tren sigue pasando, las oportunidades están. La bioeconomía es una solución que toca todo nuestro territorio y que el mundo necesita imperiosamente. No hay muchos países que tengan la posibilidad de volcarse hacia un desarrollo bioeconómico, que básicamente es la transformación de la fotosíntesis en moléculas de valor. Allí el campo y toda la agroindustria tiene muchísimo para aportar”.

“Elegimos el conflicto, tropezamos con la misma piedra y es triste porque los que más van a sufrir son los que menos tienen y cada vez son más”


¿Cómo se puede romper esta inercia?

“Me encantaría saberlo y no perdería un minuto en trabajar en ello. Quizás la solución es juntar a muchas mentes brillantes, que las hay, darles algunas pautas de trabajo y encontrar síntesis. Hace falta madurez para ello, y parece que la sociedad no la tiene. Elegimos el conflicto, tropezamos con la misma piedra y es triste porque los que más van a sufrir son los que menos tienen y cada vez son más”.


A pesar del natural optimismo del hombre de campo, es posible que este diálogo inexistente finalice en una caída en las producciones…

“Sí, sin dudas va a terminar en una caída abrupta por lo menos de los paquetes tecnológicos y, por lo tanto, caerá la producción. El productor agropecuario es optimista, pero al mismo tiempo, el productor moderno aplica muchísimos conocimientos a los procesos biológicos y en ese mundo cada vez más complejo tiene que capacitarse permanentemente, para satisfacer las demandas del mundo con menor impacto ambiental y cuidando el recurso. Somos optimistas pero el sentimiento de desazón es importante”.


Se habla poco del valor agregado que tiene implícita la producción agropecuaria…

“Hay que hacer ese análisis y ver lo que significa la cadena de valor que hay detrás de un barco de maíz, de soja o lo que sea. Desde la biotecnología, los mejoradores, los fitomejoradores,  la tecnología de insumos. En todo lo que es la Internet de las cosas, las apps nuevas que están surgiendo y facilitando la toma de decisiones. Todo ello está implícito en cada granito. También tenemos que tener claro que hay que diversificar nuestra producción. Hay que ir a procesos de industrialización en un mundo que fluye hacia la economía circular. Es la bioeconomía, ni más ni menos. Argentina tiene una oportunidad enorme que pasa por generar, a través de la fotosíntesis, moléculas de valor. Esto tiene que ver con un espectro inmenso de posibilidades. Biomateriales para la construcción, biofármacos, bioplásticos, una cantidad inmensa de moléculas que facilitan la vida de todos los días. Hoy, sin ir más lejos, hay un ejemplo muy claro: el alcohol en gel, hecho básicamente con etanol de maíz y de caña y glicerina (glicerol) que sale del biodiesel, o sea producción de combustible Diesel a partir de la soja.“Hay bioplástico en los radiadores de los autos que usamos a diario y no lo sabemos, es una matriz totalmente distinta. Hay que dar oportunidades de inversión a lo que el mundo necesita y tener en cuenta el nuevo paradigma donde los combustibles fósiles están en retirada a gran velocidad y vamos hacia los biomateriales, los biocombustibles y las soluciones sustentables”.


 ¿Qué le pedís a los gobiernos y qué a tus pares en estos momentos de dificultades?

“Creo que la palabra clave es consenso. Hay muchos métodos para ello. Mandela usó uno de ellos. Hay profesionales muy capacitados para ello. La cuestión amerita que quienes mandan tengan conciencia de lo que fue y es el fracaso argentino. De aquí se sale consensuando. Es el sueño común. Argentina fue grande cuando tuvo un sueño común. Hoy estamos lejos de algo así. A mis pares, a los propios, les pediría bajar decibeles. Sabemos que hemos puesto mucho el hombro, que mucha gente se fundió trabajando, pero mostrando los dientes no vamos a llegar lejos. Hoy nos vuelven a castigar y entonces es lógica esa actitud de mostrar los dientes; pero eso no nos acerca a las soluciones. Hará falta magnanimidad y grandeza”.

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