Producto de la sequía, se perdieron medio millón de hectáreas de soja, según estiman desde la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). Así, en total, se cosecharían 16,8 millones de hectáreas de las 17,3 que fueron sembradas. Asimismo, se llegaría a las 51,5 millones de toneladas, frente a las 55 millones que se esperaban en un principio y las 56,5 millones que se lograron el año pasado.
“El golpe climático fue muy importante durante esta campaña. Desde el 18 de febrero en adelante, no hubo más lluvias importantes. Es como hacer un viaje largo y quedarte sin nafta a mitad de camino”, señaló, en diálogo con Tranquera, el jefe de la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la BCR, Cristian Russo.
El especialista aseveró que, si bien en los últimos 10 días hubo buenas precipitaciones, no alcanzaron a compensar el faltante que hubo durante toda la campaña gruesa. “El agua llegó muy tarde. Si hubiese llegado una semana antes, quizás hoy estaríamos hablando de otros números”.
El efecto de la seca, agregó, se potenció debido al gran crecimiento que hubo de soja de segunda, con un 33% del área total, lo que representa más de 5,5 millones de hectáreas. “Se explica porque tuvimos antes una campaña espectacular de trigo, con 6,8 millones de hectáreas sembradas”, afirmó el especialista a Tranquera. Además consideró que, por esta variable, se “cayó a pique” el rinde promedio de la soja, que en esta oportunidad se estima que será de 30,7 quintales.
“El agua llegó muy tarde. Si hubiese llegado una semana antes, quizás hoy estaríamos hablando de otros números”.
Asimismo, la zona más afectada fue el este del país. Mientras que, en el oeste, el panorama presentó una menor gravedad. “Por eso, esperamos que Córdoba tenga un mejor desempeño. En cambio, hubo un gran impacto en toda la franja este de la región núcleo. Sobre todo, en el sureste de Santa Fe, noreste de Buenos Aires y buena parte de Entre Ríos. En esa zona hubo 25 días sin agua hasta que llovió durante esta última semana”.
Por último, resaltó que no hubo grandes problemas sanitarios. “Los productores son cada vez más eficientes en todos los controles de enfermedades y plagas. El clima es el único factor que no se puede controlar y te da estos golpes brutales”, señaló.
La rotación de cultivos fue clave
Durante la entrevista con Tranquera, Russo comentó que hubo un ajuste en la superficie de siembra respecto a lo que se había proyectado. Así, de las 17,8 millones que se pronosticaban a priori, finalmente se implantaron 17,3.
Esta situación responde a que hubo una gran siembra de maíz en desmedro de la oleaginosa. “Esto se debe a los buenos márgenes que viene arrojando el maíz y de hecho hubo una gran inversión en los insumos para producirlo. Si bien después de las elecciones PASO de agosto había cambiado el panorama y se esperaba que el área maicera se redujera en 200 mil hectáreas, finalmente terminamos en las 7 millones que se proyectaron inicialmente y se espera un rinde de 50 millones de toneladas. Un muy buen número si tenemos en cuenta que el año pasado tuvimos un récord de 51,5 millones”, describió.
Además contó que en esta campaña hubo “un récord” de rotaciones. “Si sumás el maíz y el trigo, y lo dividís con la superficie de soja, nos da un cociente que refleja que nunca se rotó como en esta oportunidad. Por eso, también, aguantaron tanto tiempo los cultivos sin agua”.
Esa tendencia, describió, se acentuó en los últimos 5 años. “Antes, era total la preponderancia de la soja sobre el trigo y el maíz en la región núcleo. En ese marco, llegamos al año donde más se sembraron cereales y gramíneas en comparación con la soja. La rotación es una de las herramientas más importantes para obtener rendimientos más sostenibles”, finalizó.
