“Estamos listos para el salto: la carne argentina apunta al gran acuerdo con EE.UU.”
Tras los anuncios de Donald Trump, la cadena cárnica argentina ve con optimismo una ampliación del cupo de exportación hacia Estados Unidos, sin que esto afecte el mercado interno.
El sector vacuno local se encuentra en una encrucijada cargada de expectativas y cautela. Cuando Trump declaró que EE.UU. “compraría carne de res argentina” para contener los precios internos, dejó flotar la posibilidad de una apertura mayor hacia un mercado estratégico.
Hoy, Argentina cuenta con una cuota preferencial reducida de apenas 20.000 toneladas para exportar carne vacuna a Estados Unidos. Sin embargo, la diferencia entre los aranceles dentro y fuera de esa cuota es significativa: 10 % dentro y 36,4 % fuera.
La clave está en ver si ese cupo se amplía o los aranceles bajan: los exportadores estiman que una ampliación podría significar entre US$60 y 80 millones adicionales para la cadena, e incluso hasta US$1000 por tonelada en beneficios si se reparten de forma “óptima”.
La reacción en el interior de la cadena fue mesurada: desde la Asociación de Productores Exportadores (APEA), su presidente comentó que “todo lo que sea mejorar el acceso a cualquier mercado siempre es bueno”, aunque admitió que todavía se desconoce cuál será la contrapartida.
Por su parte, la Asociación Argentina de Angus ve con entusiasmo esta posibilidad: EE.UU. es un mercado donde la marca Angus ya tiene prestigio, lo que abre una oportunidad para crecimiento en volumen y certificación.
En cuanto al impacto interno en Argentina, los consultores fueron claros: aunque se exportara un volumen adicional (por ejemplo 7.000 toneladas mensuales más), eso representaría apenas una fracción de la producción total (más de 1 millón toneladas mensuales), y por ende “no va a tener efecto en el mercado doméstico”.
Así, la expectativa es que el beneficio quede en la rentabilidad del sector exportador, más que en un alza de precios internos.
En definitiva, la industria cárnica argentina está parada sobre el umbral de una posibilidad concreta: abrir más el mercado estadounidense podría transformar su escala, imagen y competitividad global. Pero, como todo acuerdo multilateral, el diablo estará en los detalles y en las contrapartidas que pueda plantear EE.UU. para su ingreso.
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