La sequía amenaza a una región clave y preocupa el pronóstico para el otoño
El déficit hídrico se está haciendo sentir en parte de la región agrícola argentina, especialmente en la región pampeana, la de mayor productividad, provocando el deterioro de los cultivos, por eso, las proyecciones de rinde ya comenzaron a recortarse.
Los modelos y pronósticos no prevén situaciones tan extremas de sequía como las que de las campañas anteriores para el verano, pero no son alentadores. Y las perspectivas para el comienzo del otoño generan preocupación.
A lo largo enero, el episodio frío, que se desarrolla en el Pacífico Ecuatorial, atravesará su máximo, alcanzando brevemente el nivel de una Niña débil, para empezar a disiparse en otoño.
Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), la amenaza se ve potenciada por una persistente acción de los vientos polares que se encuentran activados sobre su nivel normal, con un extenso enfriamiento del Litoral Pacífico del Cono Sur y del estrecho de Drake, que separa Sudamérica de la Antártida.
“Contrariamente a la imagen que suele tenerse, el fenómeno de La Niña no mantiene una intensidad uniforme a lo largo de su desarrollo, que usualmente se extiende desde el invierno de un año hasta el otoño del siguiente, sino que va pasando por etapas de distinta intensidad, siendo débil durante el invierno y el inicio de la primavera, activándose a mediados de la primavera, alcanzando su máximo durante el verano y disipándose durante el otoño”, explicaron desde la BCBA.
Al inicio de la primavera 2024, La Niña se presentó débil, mientras que los vientos polares retrocedieron hacia el sur, permitiendo una oportuna racha de lluvias, aunque algo irregular en su distribución e intensidad. En este escenario, los cultivos de invierno se desarrollaron y formaron su rendimiento en condiciones relativamente favorables, y los estivales se implantaron adecuadamente.
Por otro lado, la acción residual de esos vientos hizo que se registraran fríos tardíos de consideración, con heladas locales y generales que afectaron a muchas zonas, mientras el avance de la circulación tropical provocó calores tempranos, aunque no extremos.
Hacia el final de la primavera y los primeros días del verano, La Niña se empezó a hacer sentir gradualmente, produciendo grandes contrastes y reactivando los déficits hídricos en gran parte del área agrícola. Paralelamente se produjeron oscilaciones térmicas, con marcados fríos tardíos y calores tempranos de moderada a alta intensidad.